La pasión I

1) LA EJECUCIÓN DE JESÚS DE NAZARET

Jesús no murió de muerte natural. Fue ejecutado como consecuencia de los conflictos que provocó con su actuación. Pero ¿qué ha podido suceder para que haya sido tan rápidamente denunciado, detenido por las autoridades civiles y religiosas? ¿Como ha podido provocar una acción tan violenta? Por una parte, la actitud de Jesús ante la Ley de Moisés ponía en crisis toda la institución legal sobre la que se apoyaba la autoridad religiosa y social de los dirigentes de Israel. Con la libertad propia de un hombre que viene de Dios, Jesús se coloca por encima de la Ley y da la última palabra al amor por encima de todas las tradiciones fariseas, rabínicas, proféticas y apocalípticas que se justifican en último término en el valor absoluto de la Torá. Por otra parte, Jesús anuncia a un Dios Padre, abierto a todos los hombres, incluso a los extranjeros y pecadores, con lo cual está rechazando el carácter privilegiado del pueblo judío y su alianza con Yahvé. 



Jesús predica que se acerca el Reinado de Dios pero no como un juicio para paganos y pecadores sino como una Buena Noticia de perdón y de gracia. 
Este Dios que anuncia Jesús no es el Dios de la religión oficial judía que ofrece su premio a los que obedecen a la Torá. Jesús se presenta como un blasfemo que destruye la alianza y contradice todas las esperanzas judías basadas en la pertenencia al pueblo judío y en la obediencia a la Ley mosaica. Además, la actuación libre de Jesús frente a toda autoridad, su obediencia radical a Dios por encima de cualquier señor o César, su anuncio decidido del Reinado de Dios, ponía en peligro la “paz romana”. Jesús se convertía en un perturbador del orden socio-político establecido por Roma. 

Y sin embargo, tampoco el pueblo le defiende. Jesús ha decepcionado profundamente la expectación política que su aparición ha podido despertar en grandes sectores de la población. El pueblo esperaba algo más concreto, eficaz y espectacular. Algo que condujera a Israel a la destrucción del imperialismo romano y su sustitución por el Reino mesiánico judío. 




2. JESÚS ANTE SU PROPIA MUERTE 

Jesús ha visto venir su muerte y la ha afrontado con lucidez. No la ha eludido. No ha emprendido la huida. No se ha defendido. No ha organizado una resistencia. No ha modificado su mensaje. No ha querido deshacer los posibles malentendidos. Jesús ha temblado ante su ejecución, pero se ha mantenido hasta el final fiel al Padre, fiel a sí mismo y fiel a su misión. Por eso en la cruz podemos descubrir con más hondura algunos rasgos fundamentales de Jesús. Ahora podemos conocer mejor la profundidad de la confianza de Jesús en el Padre. Cuando todo fracasa y hasta Dios parece abandonarlo como un falso profeta equivocado lamentablemente y condenado justamente en nombre de la Ley, Jesús grita con fe: “Padre, en tus manos pongo mi vida” (Lc 22, 46). 

Ahora podemos descubrir mejor la radicalidad de Jesús y su libertad total para entregarse al servicio del Reino de Dios, Jesús es libre no solo para enfrentarse a los que se oponen a su misión, sino incluso, para entregar generosamente lo que más quiere todo hombre: su propia vida. Ahora podemos comprender mejor la solidaridad de Jesús con los hombres y su actitud de servicio. Jesús ha entendido su muerte como el servicio último y supremo que él podía hacer a la causa de Dios y a la salvación de los hombres. Ahora podemos entender mejor la fuerza con que Jesús denunciaba el odio, el egoísmo, la injusticia, la mentira humana y su fe total en que solo el amor puede conducir a los hombres a su liberación definitiva. Abandonado por todos, Jesús muere creyendo hasta el final en el amor del Padre y en el perdón para los hombres: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34). 




3 LA MUERTE DE JESÚS INTERPRETADA DESDE LA FE EN LA RESURRECCIÓN 

La resurrección de Jesús obligó a sus seguidores a reflexionar sobre la muerte de aquel hombre abandonado por todos pero resucitado por Dios. A la luz de la resurrección, se vieron obligados a descubrir el significado profundo encerrado en la muerte de aquel hombre condenado en nombre de la Ley como blasfemo, arreligioso, perturbador del orden público, peligroso para la sociedad…, pero resucitado por Dios. Si Dios ha resucitado a Jesús, ¿por qué ha permitido su muerte? El Dios que ha resucitado a Jesús ¿qué hacía en la hora de su ejecución? ¿Por qué lo ha abandonado en la cruz? 

Los primeros creyentes han comprendido que la muerte de Jesús no ha sido un accidente más, una injusticia cualquiera. Esta muerte ha tenido que estar prevista en los designios de Dios. Esta muerte ha sido para la salvación del pueblo y de la humanidad entera.



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