La iglesia generadora de cultura a lo largo de la historia I



Introducción 

Conforme a la programación continuamos con ese tema de la iglesia como generadora de cultura a lo largo de historia. 

Se afirma que la iglesia ha tomado una postura de enfrentamiento con la cultura moderna. Y se dice o se ha dicho, que la iglesia no tiene por qué ocuparse de la cultura, o con otras palabras que su ámbito es el privado, no el público.

Para proceder con algo de rigor vamos a detenernos en lo que es cultura. A veces se piensa que alguien culto, cultivado, es aquel que ha dedicado tiempo al estudio y el cultivo del espíritu. Esta primera acepción corresponde con lo que algunos llaman un sentido aristocrático de la cultura. 

Otras definiciones serían: La cultura es un conjunto complejo que comprende el conocimiento, la creencia, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y otras capacidades adquiridas por el hombre como miembro de la sociedad (Taylor). 

La cultura consiste en modelos abstractos que sirven para vivir y para morir (H.M. Johnson).

La cultura es le modo de expresión y realización de la persona. La cultura no es "un adorno" sino expresión misma de esta personalidad (Poupard).

Según estas descripciones la cultura incluye, lengua, creencias, costumbres, valores, normas, símbolos, etc...




Superación del etnocentrismo cultural

En el lenguaje corriente, y también a veces en el académico, se suele dar por supuesto que Occidente es culturalmente homogéneo y cristiano. Es decir, cuando se habla de Occidente se entiende que el “conjunto de países de varios continentes, cuyas lenguas y culturas tienen su origen principal en Europa” y, además, que estaría mayoritariamente bajo el influjo de la religión cristiana, ya sea católica o protestante. Si bien en esa afirmación hay algo de cierto, aun en estos tiempos de globalización, considero necesario hacer algunas aclaraciones que no dejan de ser importantes para el bien del cristianismo, del diálogo interreligioso y, sobre todo, para la convivencia pacífica entre los pueblos.

La primera de las aclaraciones nos pone en guardia frente al etnocentrismo cultural: es decir, creer que la propia cultura –en este caso la europea– no sólo es la mejor sino incluso la única posible. En Occidente, si bien hay cierta homogeneidad cultural, debido al fuerte impacto que tuvo la expansión europea a partir del siglo XVI, ha habido y perduran en esa región, al igual que en otras regiones, una gran diversidad de culturas.

En nombre de la pretendida superioridad o exclusividad cultural se han provocado, a lo largo de la historia, muchos sufrimientos, atropellos a la dignidad humana y etnocidios. Resabios de ese etnocentrismo todavía se percibe, por ejemplo, en algunos modos de entender lo que es la cultura.



Suele entenderse también por cultura el espíritu colectivo de un pueblo. La ventaja de esta idea “romántica” de cultura, en relación con la anterior, es que permite hablar de “culturas” (en plural), pues cada pueblo tendría su bagaje de conocimientos, sus productos artísticos y sus propios sentimientos. Sin embargo, no está exenta, como la primera acepción señalada, de un juicio de valor: hay pueblos cuya cultura –se oye decir– “es superior a otras”.

Las ciencias sociales, sobre todo la sociología y la antropología, han ayudado muchísimo: nos han permitido comprender la cultura como el diseño de vida propio de una sociedad o grupo humano, en el que está en juego tanto la identidad como la dignidad de dicho grupo. Existen, incluso, múltiples culturas o sub–culturas dentro de una misma sociedad. Más concretamente, por cultura se designan los sistemas de significación, construidos y reconstruidos constantemente por la sociedad o por un determinado grupo humano, mediante los cuales se ordena y da sentido a los diversos elementos con los que la sociedad o el grupo se enfrentan. Esos “sistemas de significación” constituyen la forma de la vida misma, y son absolutamente inseparables de los “elementos” que constituyen la materia de la vida misma (la naturaleza, las relaciones sociales, la búsqueda de lo absoluto, etc.). Todo es cultural, porque todo lo que es objeto de la experiencia humana es interpretado por unos determinados esquemas de pensamiento heredados y re-elaborados permanentemente, en la medida que lo demandan las transformaciones sociales o lo exige la sensación de pérdida de sentido de los marcos de compresión vigentes.



Fe y cultura, llamadas a encontrarse

La fe y la cultura están llamadas a purificarse y enriquecerse mutuamente. La iglesia, en su tarea de anunciar el evangelio, recibe una valiosa ayuda de las diferentes culturas.

La proclamación del evangelio no puede prescindir de la cultura de aquellos a quienes se dirige, ya que el evangelio debe ser entendido y recibido en plenitud.

Al tiempo que colabora con las diferentes culturas, la iglesia recibe de ellas múltiples enseñanzas: aprende del hombre y del mundo a ser más ella; se ve llevada a reflexionar más hondamente en el mensaje que ha de predicar. Cada cultura le presenta un interrogante, que será para ella ocasión de nuevos descubrimientos de su propia riqueza.

Cada cultura tiene un modo de comprender y acoger el mensaje evangélico y de hacer resaltar determinados aspectos.

En su universalidad, la Iglesia encuentra culturas muy diversas. Esto es para ella ocasión de desprenderse de formas y expresiones que un día ha podido inclinarse a creer definitivas y necesarias. 



 Preguntas

1)  ¿Qué significa que podemos utilizar un concepto demasiado eurocéntrico de cultura?

2)  Puedes intentar explicar estar frase: "Cada cultura tiene un modo de comprender y acoger el mensaje evangélico y de hacer resaltar determinados aspectos".

3) ¿Piensas que la iglesia puede desempeñar su acción en el ámbito público o crees que su esfera es más la del espacio privado?

4) Según las culturas que reciben el mensaje evangélico pueden ¿cambiar sus puntos de vista sobre el mismo? ¿Es igual la sensibilidad religiosa en América que Europa? ¿Y en África?





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