1) Israel, pueblo de Dios
El antiguo Testamento narra la historia de un pueblo, el de
Israel. Este pueblo tiene la convicción de ser el pueblo elegido de Dios, ya
que entre Dios y los israelitas se realiza un pacto o alianza que se resumen en
estas dos cláusulas:
-Israel se compromete a reconocer a Yahvé como su único
Dios, a entregarse a Él y a cumplir sus designios y mandatos.
-Dios, por su parte, se compromete a mantener a Israel como
pueblo suyo y a realizar, por su medio, la salvación de toda la humanidad.
Dios y los israelitas hacen un pacto cuyas cláusulas son
como la constitución del pueblo de Israel, las leyes fundamentales de su
existencia como pueblo de Dios. Dios entrega a Moisés –el mediador entre las
partes- estas leyes (los diez mandamientos) grabadas en piedras, para que
sirvan de recordatorio a todo el pueblo.
Llegaron al desierto del Sinaí y acamparon allí frente al
monte. Moisés subió hacia Dios. El Señor lo llamó desde el monte diciendo:
-Así dirás a la casa de Jacob y esto anunciarás a los
israelitas: Ya habéis visto lo que ha hecho con los egipcios, y cómo a vosotros
os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de
veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad
personal entre los pueblos, porque mía es toda la tierra; seréis para mí un
reino de sacerdotes y una nación santa. Éstas son las palabras que has de decir
a los israelitas.
Ex 19, 2-8
2) La iglesia, nuevo pueblo de Dios
La Iglesia se define a sí misma como el nuevo pueblo de
Dios. ¿Quiere decir esto que la Iglesia ha suplantado al antiguo pueblo de
Dios, a Israel? ¿Quiere decir que Dios ha incumplido su pacto con Israel y “se
ha pasado a otro bando”? ¿Significa quizá, que los israelitas han sido infieles
al compromiso que habían adquirido con Dios?
El nuevo pueblo de Dios, la iglesia, es el mismo pueblo que
Dios eligió un día en el Sinaí. Pero constituido ahora sobre una nueva alianza
o pacto. NO cambian ni Dios ni el pueblo,
lo que cambia es el pacto que se establece entre ambos.
He aquí que vienen el tiempo, dice el Señor, en que yo haré
una nueva alianza con la casa de Israel y con la casa de Judá; alianza, no cómo
aquella que contraje con su padre el día que lo cogí por la mano para sacarlos
de la tierra de Egipto… Imprimiré mi ley en sus entrañas y la grabaré en sus
corazones; y yo seré su Dios y ellos serán pueblo mío.
(Jr 31, 31-34)
Fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres,
no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un
pueblo que le confesara en verdad y le sirviera santamente. Por ello eligió al
pueblo de Israel como pueblo suyo… Todo esto sucedió como preparación y figura
de la alianza nueva y perfecta que había de pactarse en Cristo.
Vaticano II, Lumen gentium 9
Preguntas
¿A suplantado la Iglesia al antiguo pueblo de Dios, a
Israel?
¿Cuál piensas que es la novedad de la que habla el texto del profeta Jeremías (Jr.)?
¿Cómo interpreta el concilio la elección de Israel como pueblo de Dios?
¿Qué piensas de esta idea de que la iglesia es cómo un pueblo?
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