Sobre Dei Verbum



Ampliamos un poco la información sobre la constitución del Vaticano II Dei Verbum, que significa Palabra de Dios. No es arriesgado afirmar que la constitución dogmática Dei Verbum es el documento más característico del concilio Vaticano II, al menos en el sentido de que abarca todo el lapso de su preparación y celebración. Con este documento el concilio ha tratado ampliamente los grandes temas de la fe cristiana.




La larga odisea de la Dei Verbum comienza con la consulta preconciliar de 1959 y acaba con su promulgación el 18 de noviembre de 1965, veinte días antes de la conclusión del concilio. O sea pueden percibir que ya casi al final. El tiempo empleado en la elaboración del documento no fue, ciertamente, vano; su contenido incide tan decisivamente en la fe que, para la Iglesia, todo depende de este acontecimiento central: su fe y su obrar sólo tienen sentido en la medida en que reflejan la adhesión plena a la palabra revelada de Dios. 




Hay algunas cosas a tener en cuenta para comprender la importancia del documento:

a) A diferencia del Vaticano 1, que habla primero de la revelación de Dios por la creación y luego de la revelación histórica, el Vaticano II invierte la perspectiva y empieza por la revelación personal del Dios de la salvación en Jesucristo: es un primer gran plano, es decir, una visión sobre el explicante antes de atender a lo inexplicado. 

b) Para definir el objeto de la revelación, el concilio recurre abundantemente a las categorías bíblicas, especialmente a las de san Pablo. En vez de hablar, como el Vaticano 1, de "decretos" de la voluntad divina, utiliza el término paulino de "misterio" (sacramentum). Dios "se revela a sí mismo y da a conocer el misterio de su voluntad" (Ef 1,8; DV 2). En el número 6 el concilio sigue diciendo: "Por la revelación divina, Dios ha querido manifestarse y comunicarse a sí mismo". La revelación es a la vez automanifestación y autodonación de Dios en persona. Al revelarse, Dios se da, La intención evidente del concilio es personalizar la revelación: antes de dar a conocer algo, a saber su designio de salvación, es Dios mismo el que se manifiesta. 

c) Después de afirmar la existencia y el objeto de la revelación, el concilio precisa su naturaleza: "En esta revelación, Dios invisible (cf Col 1,15; 1Tim 1,17), movido de amor, habla a los hombres como amigos (cf Éx 33,11; Jn 15,14-15) y trata con ellos (cf Bar 3,38) para invitarlos y admitirlos a compartir su propia vida" (DV 2). 

d) Si Dios se revela, es para invitar a los hombres a una comunión de vida con él y para "admitirlos a compartir su propia vida" (DV 2). Ésta es la "finalidad" de la revelación. 


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