Las religiones sapienciales en China

En China encontramos tres religiones, el taoísmo, el confucionismo y el budismo en su versión maháyana. 

A pesar de sus diferencias, China está unida por una base común religiosa e ideológica. Esta «universalidad» comprende la mentalidad, el orden de familia y estado, la doctrina moral común, así como las ciencias. La universalidad es una doctrina en cuyo centro está el universo con todas sus partes y fenómenos y que trata de armonizar el cielo, la tierra y el hombre.



Vamos a explicar algunos conceptos para comprender esta otra manera de mirar el mundo:




a) El cielo 
Ya en las más antiguas tradiciones de esta mentalidad china la veneración del cielo toma una posición predominante. A «Shang-di» -El dominador más alto- se unen representaciones de un ser que actúa en persona. La denominación «Tian» (cielo), por el contrario, contiene más bien los rasgos naturales de este ser más alto. Ambos nombres pueden encontrarse alternativamente, o uno unido al otro. Del cielo procede también la existencia del pueblo. «El cielo crea los muchos pueblos; si existe algo, hay ley para ello; y lo que el pueblo mantiene eternamente, amarlo es lo virtuoso».

La idea del comienzo se relaciona con la representación del cielo creador, simultáneamente con la función de mantenimiento, en la figura de las leyes necesarias para la vida. Al origen corresponde la subsistencia. Ambas cosas tienen su fundamento y su referencia permanente en el «cielo». Al orden del mundo en general corresponde el orden moral en lo particular. Todas los efectos tiene su rigen en el «cielo». Estar atento a él significa seguir el orden exigido por él en todo. Por eso, el amor a todas las indicaciones legales impuestas celestialmente es la garantía para la continuidad y subsistencia del pueblo.

Se habla del cielo siempre de nuevo como de una última instancia, ante la cual el hombre es responsable. «Mira desde arriba con poder augusto» y «observa explorando el reino». El hombre se sabe observado por el cielo. No es el cielo el único que me conoce? A él le debe dar cuentas definitivas.

El pensamiento chino se considera además, obligado ante el origen como instancia normativa. En él está, por decirlo así, la norma normans de todas las leyes vigentes de la vida.




b) Correspondencia celestial


El cielo personifica en el sentido más amplio la providencia y con ella el destino afortunado. El hombre participa en ello por su parte.
Pero la suerte última y la actuación exitosa están en las manos del cielo: «En lo que se refiere a la perfección de la obra, ésta depende del cielo»: El último dictamen sobre lo que hace el hombre está fuera del juicio humano. El cielo premia y castiga: «... a aquellos que hacen el bien les envía suerte centuplicada, pero a aquellos que hacen el mal, desgracia también centuplicada».

El poder del soberano es un poder delegado por el cielo. Un nuevo soberano se sabe llamado y legitimado exclusivamente por el cielo. Los cambios de las casas reales en la historia de China eran interpretados como una privación de la legitimación celestial. Del mismo modo, el soberano tiene que responsabilizarse ante el cielo que le autoriza. Su competencia en lo que se refiere al bienestar del pueblo, se relaciona con el cumplimiento por parte del soberano de las leyes que le ha dado el cielo. Él no es autónomo, sino dependiente en todo. Su función es derivada y relativa. En el ejercicio de su autoridad él «mantiene correspondencia» con el cielo.






c) Pensamiento perceptible

Que «los sentidos del oído y de la vista no tienen la función del pensamiento», sino que «son empañados por medio de cosas exteriores», hace necesario el ajuste del pensamiento por medio del espíritu del cielo. La religión china testimonia con ello tener una conciencia clara, ante el hecho de que el mero pensamiento racional no es capaz de reconocer la esencia de las cosas y de que «no alcanza su fin».





d) Dominadores en la más alta misión

Que «el dominio sobre el reino... es un mandato del cielo», remite a otro tema teológico de importancia. «El Tao (el camino prescrito, la vía eterna) del cielo es, llevar suerte al bueno y desgracia al malo». El soberano de la tierra está también sometido a esta ley.

La interpretación taoísta de la suerte de las diversas dinastías de soberanos de China es, aunque fundamentada muy diferentemente, como un avance de la nueva comprensión del Estado determinada por Cristo. La idea china de soberanía es en esto fundamentalmente distinta, puesto que ve en cada soberano al Hijo del cielo y con ello al ejecutor pleno de la voluntad del propio Tao. A él le pertenece una dignidad religiosa, que le hace ser el realizador inmediato de la misma ley celestial. Sólo la pierde cuando esta identidad es violada por su actuación. La falta de un dios personal se nivela por medio de la personificación de la ley celestial anónima (Tao) en la persona del correspondiente soberano. Como Hijo del cielo, él es la ley próxima a los hombres, que al mismo tiempo está sobre él y sobre el pueblo.


e) La presencia de los muertos

Desde siempre, el culto de los antepasados juega un papel importante en China. Los presupuestos para la posibilidad de una vida después de la muerte están en la doctrina china de las almas. Yang y Yinn. Ambos principios fundamentales son complementarios. Ellos determinan a todo ser del cosmos y tienen también su importancia para las almas. Yang personifica las almas individuales (shen) y Yin su forma de manifestación en el sentido de fuerza vital (kuei).

En la veneración de los antepasados se continúa la veneración tributada en China en conjunto a los padres y a los mayores durante la vida de éstos. La vida de familia, estructurada patriarcalmente, encuentra en la relación con los antepasados su continuación natural. La absoluta situación y subordinación de los hijos bajo la autoridad del cabeza de familia tienen su fundamento en la relación religiosa con los antepasados. «Hiao» comprende respeto y obediencia, integración y sumisión al mismo tiempo.

Este valor ético fundamental se enraíza profundamente en la comprensión china de la pertenencia mutua de los vivos y los muertos. La jerarquía integrada en los grados de edad de la gran familia gana en peso y en significado con la proximidad del mundo de los antepasados. Los muertos forman parte integrante de la comunidad de los que viven por haber nacido. «También en el más allá continúan en ella, practican su dominio y hacen actuar su voluntad benéfica. Los descendientes no osan descuidar con ellos las obligaciones del «Hiao». Letreros de madera con los nombres de los difuntos representan la presencia de sus almas. Sobre el altar casero o en el templo de los antepasados, encuentran siempre veneración. Los vivos testimonian con sacrificios y oraciones que forman una única comunidad con los que veneran como presentes, la llamada «gran familia» (Tsung). Se espera de ellos, como de los más poderosos, protección, bienestar y riqueza en hijos.

Inmediatamente después de la muerte el alma del difunto es resucitada en un ritual: «La evocación del alma es la forma por la que se expresa el amor del modo más sublime; tiene el sentido de un sacrificio de petición y de agradecimiento. Se mira desde lejos, para ver si el alma vuelve desde la oscuridad; ésta es la forma en que se le busca entre los espíritus» 


La religión china ha permanecido lo que siempre fue en relación con el papel central de la veneración de las almas de los antepasados. Incluso, aunque en Confucio la cuestión del estado en que se encuentran los muertos y del lugar de su existencia no encuentra ningún interés, no es rechazada; por la piadosa obligación ante los difuntos.


f) Realizar el tao
La ética de la vida en común, así como el comportamiento individual están fundamentados en la doctrina china de Tao. De él, como principio universal de todo ser, el «paso» o simplemente el «camino», derivan todos los caminos por los que el hombre y su comunidad tienen que ir. En «El libro de Tao y sus propiedades».

«Que la resurrección en el "último día", es esperada al final de la historia, y en comunidad con todos los hombres, indica el carácter comunitario de la inmortalidad humana. Ésta está en relación con toda la humanidad, es de ella y se dirige a ella y con ella con la que cada uno ha vivido, y por eso llega a ser bienaventurado o desgraciado... La comunión es constitutiva del hombre comprendido como unidad; si tiene que vivir en el futuro no se puede excluir esta dimensión».

se remite a esta dependencia elemental del Tao: «Si el hombre pierde el Tao, pierde también sus bendiciones y virtudes (de), a continuación el amor humano (Zen), después las obligaciones de la vida (I) y las reglas de vida (Li); la pérdida del Li tiene como consecuencia la pérdida de la fidelidad y fiabilidad y es por tanto el comienzo de la anarquía». El Tao cuida de que en medio de todas las tensiones y contradicciones se conserve la armonía total. Lo que garantiza que el cosmos siga marchando en sus recorridos habituales, determina también los detalles del camino recto y del buen comportamiento entre los hombres.

Las propiedades que se atribuyen al Tao, también debe imitarlas el hombre en su vida. Entre ellas se cuentan bondad, el comportamiento correspondiente en las costumbres, generosidad y serenidad. En los cinco campos de relación que distinguen la convivencia humana, hay que acreditar estas propiedades: en cuanto a la relación del inferior con el superior, del hijo con el padre, entre hermanos más jóvenes y mayores, entre marido y mujer y entre amigos. La ética individual y social no están sólo inseparablemente trenzadas una con otra. Son ambos aspectos de un mismo destino natural. Ante el Tao como raíz de todo lo bueno y verdadero, todas las virtudes humanas son sólo relativas. Dado que se deben a este origen, no pueden hacer valer su propia autonomía. Ante el cumplimiento meramente externo de la obligación, el Dao de jing muestra constantemente la dependencia de la orientación que nace del Tao. Con expresiones dialécticas se indica esta necesidad. Vivir según el Tao y encontrarse en consonancia con él es más importante que las virtudes secundarias que proceden de él: «Por eso, cuando se pierde el Tao, todavía hay virtud, cuando se pierde la virtud, todavía hay obligación, cuando se pierde la obligación, todavía hay Li. Verdaderamente los Li son lo más escaso en fidelidad y fe y el comienzo de toda confusión... Por lo cual el hombre grande permanece en su plenitud y no en su insuficiencia, permanece en su esencia y no en la apariencia externa. Por eso rechaza aquello y retiene esto».

En la ética confucionista juega un papel especial la figura del llamado «Noble» (chiin-tzu). Uno no se vuelve un tal por su origen, sino por su educación. «El noble va al encuentro de tres cosas (chün-tzu) con temor respetuoso. El mandato del cielo, el hombre grande y la palabra del sabio (sheng jen). Este «noble» personifica como figura ideal la realización de la vida según el Tao. Muestra en sí lo que se considera por Confucio como virtud (jen) en sentido completo. Se ha intentado interpretar este concepto central de la ética china con nuestro concepto de verdadera humanitas. «Al ruego de definir lo esencial de la humanidad, contesta Confucio: humanidad consiste en "amar a los hombres" (ai)».




Por eso se puede ver absolutamente en el noble también la figura de la realización de aquello que debe ser llamado religioso en el sentido de la tradición china. «La meta del noble es el Tao». «El noble se ocupa solamente del Tao». Con esta orientación las cosas materiales pierden para él su peso. Por eso «no se preocupa de la eventual pobreza». La existencia según el Tao muestra las ventajas que redundan en provecho, no solamente de la persona misma sino también de sus relaciones humanas. Irradia dulzura y es capaz de rendir honor a otros. Justicia y bondad, sinceridad y modestia le caracterizan.







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