La resurrección

Un dato histórico indiscutible es el de la existencia del movimiento cristiano en la primera mitad del siglo I. Los convertidos del judaísmo y del paganismo que constituyen las primeras comunidades de creyentes se proclaman seguidores de Jesús de Nazaret, un judío de Palestina, al que dieron muerte al principio de los años treinta, y que ahora es reconocido, venerado y proclamado en las pequeñas comunidades cristianas como el Cristo (Jristós en griego), el mesías hebreo, el Señor (en griego, Kyrios). 

En la primera carta enviada a la Iglesia de Corinto, a mediados de los años cincuenta, Pablo refiere una síntesis del anuncio cristiano, que está en la base del credo tradicional: 

 "Os he transmitido en primer lugar lo que yo a su vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras, que fue sepultado y resucitado al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Pedro y luego a los doce" (l Cor 15,3-5). 

Así pues, la fórmula representa una especie de síntesis esquemática del anuncio y de la catequesis fundada en la resurrección de Jesús.  El protagonista o destinatario de esta acción de Dios es Cristo, que pasa de la muerte a la vida mediante la resurrección, que tiene como efecto final su exaltación gloriosa. 



La resurrección en los evangelios

EL ANUNCIO DE LA RESURRECCIÓN JUNTO AL SEPULCRO. 

El kerigma tradicional mencionado por Pablo en la primera carta a los Corintios alude a la sepultura de Jesús.

Esta tradición común se puede condensar en los puntos siguientes: 

a) La visita de algunas mujeres, entre las cuales descuella el nombre de María de Magdala; el plural del evangelio de Juan confirma la tradición común de un grupo; 

b) Estas mujeres visitan el sepulcro de Jesús en Jerusalén por la mañana temprano: "el primer día de la semana después del sábado"; 

c) El fin es el de completar los ritos fúnebres junto a la tumba de Jesús, llanto o lamentaciones y unción.

d) Las mujeres encuentran el sepulcro abierto y vacío, y corren a informar a los discípulos de Jesús, entre los cuales destaca la figura de Pedro; 

e) Algunos de los discípulos, entre ellos Pedro, corren a inspeccionar el sepulcro de Jesús. Se puede pensar que la base histórica de esta tradición común es fidedigna por los siguientes motivos. Ante todo, el papel de las mujeres en la experiencia del sepulcro vacío no puede haber sido inventada, ya que contradice el valor testimonial en el contexto judeo-palestinense. 

Sobre la base de esta tradición común se alza la interpretación de cada uno de los textos evangélicos. 

El evangelio de Marcos

El evangelio de Marcos parte de la visita de las mujeres a la tumba de Jesús para proclamar el anuncio de la resurrección y el de la aparición a los discípulos y el de su misión en Galilea (Mc 16,6-7). 
A este fin, el evangelista ha amplificado algunos elementos de la tradición común, enumerando a las tres mujeres que van a la tumba de Jesús para embalsamar su cuerpo. También la reflexión que hacen las mujeres sobre la piedra del sepulcro, que no se puede retirar por ellas, prepara la aparición y el anuncio del ángel intérprete. Marcos subraya particularmente la reacción "religiosa" de las mujeres ante el enviado celestial: "Tuvieron miedo". Y como conclusión del anuncio y encargo del ángel, Marcos anota: "Ellas salieron huyendo del sepulcro, porque se había apoderado de ellas el temor y el espanto; y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo" (Mc 16,8). 
Este extraño final de Marcos, que ha estimulado integraciones a finales del siglo I y principios del II, corresponde a la perspectiva global de su evangelio.

El evangelio de Mateo

Característico del primer evangelio es el cuadro apocalíptico, en el cual se inserta la resurrección de Jesús, es decir hay signos externos importantes:
 "De pronto hubo un gran terremoto; pues un ángel del Señor bajó del cielo, se acercó, hizo rodar la losa del sepulcro y se sentó en ella. Su aspecto era como un rayo, y su vestido blanco como la nieve" (Mt 28,2-3). 
Estos rasgos apocalípticos, tomados del escenario bíblico del "día del Señor", sirven para expresar el tema de la victoria de Dios sobre la muerte. 

Igual, Mateo encuadra la muerte de Jesús en el Calvario en un marco apocalíptico: "La tierra tembló y las piedras se resquebrajaron; se abrieron los sepulcros y muchos cuerpos de santos que estaban muertos resucitaron" (Mt 27,51-52). 

La poderosa manifestación de Dios junto a la tumba de Jesús provoca la reacción aterrada de los guardias que los judíos colocaron para controlar el sepulcro de Jesús: "Los guardias temblaron de miedo (por la aparición del ángel del Señor) y se quedaron como muertos" (Mt 28,4). En cambio, al grupo de las mujeres —dos en Mateo— el ángel le comunica el anuncio pascual, que reproduce sustancialmente el de Marcos. 

Pero, a diferencia del segundo evangelista (Marcos), Mateo refiere que las mujeres, aunque abandonaron deprisa el sepulcro, corren con temor y gran alegría a comunicar el anuncio a los discípulos de Jesús. 
A lo largo del camino tienen el primer encuentro y_la revelación de Jesús resucitado. El les renueva el encargo, dado ya por el ángel, de ir a anunciar "a mis hermanos que vayan a Galilea y allí me verán" (Mt 28,9-10).


El evangelio de Lucas

El tercer evangelista, Lucas, relee esta tradición de la visita de las mujeres y del anuncio pascual de una manera particular. Son dos los ángeles que como testigos e intérpretes autorizados hacen el anuncio de Jesús resucitado a las mujeres, las cuales no encuentran en el sepulcro el "cuerpo del Señor Jesús" (Lc 24,1-4). 
El mismo autor hará intervenir dos ángeles intérpretes en el momento de la ascensión de Jesús al cielo (He 1,10).
-Recordar que el libro de los Hechos de los apóstoles también es escrito por Lucas-


Los ángeles invitan a las mujeres atemorizadas a no buscar entre los muertos al que está "vivo". Esta presentación de Jesús resucitado como "vivo" responde a la perspectiva lucana (cf He 1,3). Luego, el anuncio de la resurrección se funda en el recuerdo de las palabras proféticas de Jesús acerca del destino del Hijo del hombre: "Recordad lo que os dijo estando aún en Galilea, que el Hijo del hombre debía ser entregado en manos de pecadores, ser crucificado y resucitar al tercer día" (Lc 24,6-7). 







Pero el evangelista se apresura a indicar que el relato y las palabras de las mujeres no fundan la fe pascual. Pues estas palabras de las mujeres son consideradas "por los apóstoles" un delirio (Lc 24,9-11; cf 24,22-23). El tercer evangelista refiere también la tradición particular de la visita hecha por Pedro, junto con otros, al sepulcro (Lc 24,12; 24,24). Pero tampoco esta visita e inspección de los discípulos, que encuentran el sepulcro vacío pero no violado, son origen y fundamento de la fe pascual de la comunidad cristiana: "Pedro regresó a casa maravillado de lo ocurrido" (Lc 24,12b).

Esta última nota lucana acerca de la visita de Pedro al sepulcro es ampliada por el cuarto evangelista. Juan conoce la tradición común, en la que se relata la visita hecha por María de Magdala, "el primer día de la semana, al rayar el alba, antes de salir el sol", a la tumba de Jesús. La encuentra abierta y vacía. La mujer corre entonces a informar a los discípulos, los cuales a su vez corren a inspeccionar el sepulcro de Jesús. En el ambiente juanista se conoce también la hipótesis de la sustracción del cadáver, desarrollada en la sección apologética de Mateo (cf Jn 20,2.11). Pero el relato de Juan se concentra en el episodio de la visita hecha por Pedro y por el otro discípulo a la tumba de Jesús. La escena sirve para llamar la atención sobre el contraste entre las dos figuras, las de Pedro y del discípulo. Pedro "ve" los lienzos por el suelo y el sudario con que le habían envuelto la cabeza a Jesús, doblado aparte; pero no concluye nada. En cambio, el otro discípulo "vio y creyó" (Jn 20,6-8). En consecuencia, el evangelista termina con una reflexión sobre la relación entre fe en la resurrección y Escritura: "Pues no habían aún entendido la Escritura según la cual Jesús tenía que resucitar de entre los muertos" (Jn 20,9). En este caso la reflexión de Juan desarrolla la función del ángel intérprete de la tradición sinóptica. Es notable también el paralelismo entre el "debía" resucitar de entre los muertos de Juan y el de la tradición lucana.


El evangelio de Juan

El relato del cuarto evangelio sigue con la historia de María Magdalena, que llora junto al sepulcro de Jesús. En este contexto se introducen los dos ángeles, como en la tradición lucana. Pero no ejercen un papel determinante en la experiencia pascual; sirven únicamente para reiterar la hipótesis de la sustracción del cadáver. 

A la pregunta que hacen a María: "Mujer, ¿por qué lloras?", ella responde: "Se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto" (Jn 20,13). 

En este punto, el evangelista refiere la cristofanía a María de Magdala, que tiene su paralelo en la tradición referida por Mateo, donde Jesús se aparece a las mujeres en el camino del sepulcro. El diálogo con el misterioso personaje del huerto, que al final se revela como el Señor, se desarrolla de acuerdo con el esquema de las apariciones de reconocimiento. Termina con el anuncio de la resurrección hecho a María por el mismo Jesús en términos juanistas —"subida al Padre"— y con el encargo de llevar la buena noticia pascual a los discípulos: "Anda y di a mis hermanos que me voy con mi Padre y vuestro Padre, con mi Dios y vuestro Dios" (Jn 20,17). El relato se cierra con la ejecución de este encargo pascual por parte de María de Magdala, la cual anuncia a los discípulos: "He visto al Señor", y también lo que le había dicho (Jn 20,18).
Por este análisis de los textos evangélicos acerca de la visita de las mujeres al sepulcro de Jesús, que encuentran abierto y vacío, se ve claramente que la tradición común sirve para mencionar la primera experiencia y el anuncio de Jesús resucitado según los esquemas de la tradición kerigmática y según la perspectiva de cada uno de los evangelios.

Un eco de esta interpretación pascual del sepulcro vacío de Jerusalén se encuentra también en el segundo libro de la obra de Lucas, los Hechos de los Apóstoles. Aquí se menciona la sepultura de Jesús por los judíos (cf He 13,29). En los discursos misioneros se intenta también una interpretación mesiánica de la tumba vacía sobre la base de la exégesis de carácter actualizante del Sal 16,10 y de la promesa de 2Sam 7,12; Sal 132,11. El sepulcro vacío de Jesús es un signo de que él es el "santo y justo" librado de la corrupción, según se le prometió al mesías (He 2,25-32; 13,35-37).

Así pues, el examen de los textos evangélicos y el de los Hechos confirma el dato común de la tradición acerca de la tumba de Jesús en Jerusalén, conocida en el ambiente de la comunidad judeo-cristiana. Este dato no lo pone en discusión el frente judío que impugna su significado religioso y mesiánico. En aquel ambiente se habla de sustracción del cadáver (Mateo y Juan). Pero lo que le interesa a la tradición evangélica es el significado del sepulcro de Jesús, encontrado abierto y vacío. Este hecho es el signo de la victoria de Dios sobre la muerte y la confirmación de la mesianidad de Jesús crucificado. Pues la visita de las mujeres al sepulcro de Jesús el primer día de la semana es el contexto en el que se hace el anuncio de la resurrección por parte del ángel o ángeles enviados por Dios, sobre la base de las palabras de Jesús o de la Escritura.




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